“Il Bersagliere” era el nombre del cuerpo de soldados de Italia. Mi padre, Octavio Curto, de origen calabrés, perteneció a dicho cuerpo, donde se desempeño como Caporal Maggiore. Después de la Segunda Guerra Mundial inmigró de Italia, en busca de un lugar mejor para vivir.
Llegó a la Argentina, junto a otros paisanos y parientes, mientras que su esposa, Ermelinda Scalzo y sus tres hijos varones viajaron una vez que él consiguió trabajo. Il Bersagliere dejó atrás su Italia querida pero también dolores, pérdidas y carencias que trajo la guerra. Amó a Argentina casi más que a su propia tierra, porque él sentía un profundo agradecimiento hacia nuestro país que le dio todo. Aquí construyó su vivienda, trabajó y vio crecer a su familia.
Al año que mi madre llegó a nuestro país, nací yo, Graciela Curto. Desde chica me apasionó cocinar y con el tiempo esto se acrecentó mucho más. Mi mamá fue mi gran inspiradora, mientras ella cocinaba, yo observaba con mucha atención y así atesoraba dentro mío los aromas, sabores y recetas que me acompañaron toda mi vida. Nació en mí un gran sueño: tener mi propio Restaurante para compartir con la gente el amor por la cocina.
Al momento de elegirle el nombre muchos acudieron a mi mente, pero una imagen se impuso: el retrato majestuoso, elegante y caballeroso de Il Bersagliere. Esta fotografía tan querida siempre estuvo en casa y me transmitía muchos sentimientos: la importancia de recordar siempre las raíces y al mismo tiempo la fortaleza, la valentía y la confianza en uno mismo para ir al encuentro de lo que realmente se desea con el corazón.
La vida toma todo su sentido cuando se lucha por un sueño.
Hoy se hace realidad después de tantos años de trabajo y esfuerzo. Agradezco a todos los que lo hicieron posible y especialmente a mi esposo. Mi mayor anhelo es poder agasajarlos y a través de los platos puedan sentir el amor, la tradición y los intensos sabores de Italia.